La Gran Barrera de Coral sufre su peor blanqueamiento por el calentamiento oceánico

Científicos alertan que el arrecife enfrenta un daño sin precedentes por el cambio climático.

La Gran Barrera de Coral, el ecosistema marino más grande del planeta y Patrimonio de la Humanidad, atraviesa el blanqueamiento coralino más extenso jamás documentado desde que se iniciaron los registros hace casi 40 años, según un informe oficial del Instituto Australiano de Ciencias Marinas (AIMS).

El fenómeno fue provocado por temperaturas oceánicas récord durante 2024, lo que desencadenó niveles de estrés térmico sin precedentes en el sistema coralino, situado frente a las costas del noreste de Australia.

“No hay duda al respecto: el cambio climático es la causa principal”, afirmó el investigador principal del AIMS, Mike Emslie, en diálogo con AFP.

Un ecosistema bajo presión

El reporte —basado en el monitoreo de 124 tramos entre agosto de 2024 y mayo de 2025— advierte que las regiones norte y sur del arrecife han sufrido su mayor pérdida anual de cobertura coralina registrada. A los efectos de los ciclones tropicales y las plagas, como la estrella de mar corona de espinas, se suman ahora los impactos cada vez más frecuentes y severos del calor oceánico.

El blanqueamiento coralino ocurre cuando los corales, bajo condiciones de estrés térmico extremo, expulsan las zooxantelas, algas simbióticas que les proporcionan color y nutrientes. Si la temperatura no desciende, los corales pueden morir.

Aunque la Gran Barrera se ha recuperado parcialmente de episodios anteriores, los expertos temen que la frecuencia creciente de estos eventos deje sin tiempo al ecosistema para regenerarse.

Alerta global por los arrecifes

El caso australiano no es aislado. En los últimos dos años, más del 80% de los arrecifes del mundo han sido afectados por blanqueamientos masivos, lo que resalta la vulnerabilidad global de estos ecosistemas frente al cambio climático.

Uno de los corales más afectados ha sido el género acropora, de rápido crecimiento pero altamente sensible al calor. Su pérdida supone un golpe doble: afecta tanto a la biodiversidad como a la capacidad de recuperación del arrecife.

“Es una montaña rusa constante”, graficó Richard Leck, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). “Los científicos están cada vez más preocupados de que el arrecife no pueda regenerarse como lo hacía antes”.

*Con información de AFP

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