Escribe Martín Otheguy para La Diaria
Según una reciente investigación, el brote de gripe aviar de 2023 acabó con el 15% de la población de leones marinos en Uruguay, un golpe que puede afectar a esta especie ya en declive poblacional en el país, y que al mismo tiempo expuso “debilidades críticas” en monitoreos de fauna.
Cuando se registró el primer caso de covid-19 en Sudamérica, el 26 de febrero de 2020, supimos que en cuestión de días la enfermedad golpearía nuestras puertas. Aunque algunos se aferraban a la esperanza del “excepcionalismo” uruguayo o a aquel chiste que dice que a nuestro país todo llega muy tarde, los virus no saben de chauvinismo ni de refranes humorísticos. Sólo hacen lo que mejor saben hacer, que es propagarse. El 13 de marzo lo confirmamos con los primeros casos, luego de alimentar una esperanza tenue al ver que resistíamos un poco más que los países vecinos.
Los lobos marinos y leones marinos de Uruguay pasaron por una situación parecida, con la desventaja de no poder anticipar lo que se les venía. En lugar del coronavirus que causó la covid-19, se las vieron con otro virus que mutó y saltó entre especies: la influenza aviar altamente patogénica del subtipo A(H5N1), causante de la gripe aviar.
Si bien este virus se detectó originalmente en 1996, la historia para nuestro continente comenzó a complicarse en 2021, cuando fue detectado por primera vez en Canadá y Estados Unidos por culpa de una cepa capaz de permanecer todo el año en algunas poblaciones de aves silvestres. En 2022 ingresó a Sudamérica y comenzó a bajar por el continente hasta llegar a Uruguay en febrero de 2023, mes en el que se detectó en cinco cisnes de cuello negro en Laguna Garzón.
Pero el virus tuvo más tarde otra puerta de ingreso a nuestro país, para el que usó un medio de transporte marítimo en vez de aéreo. Para eso, debió saltar primero exitosamente a mamíferos marinos.
A principios de 2023, cientos de lobos y leones marinos aparecieron muertos o moribundos en las playas de Perú, afectados por la gripe aviar. Exhibían síntomas neurológicos (como temblores, convulsiones y parálisis) y respiratorios (secreciones bucales y nasales). A partir de allí, las poblaciones de estas especies cayeron como un dominó a lo largo de la costa del Pacífico.
Cuando el virus llegó al sur argentino y luego subió hasta alcanzar las poblaciones de Mar del Plata, la suerte de los lobos y leones marinos de Uruguay ya estaba echada. “Muchos de los animales que se mueven ahí son los que llegan acá. Cuando vimos las noticias sobre la mortalidad que ocasionó en Mar del Plata, teníamos claro que se venía y así fue: en agosto de 2023 apareció varado un león marino en el Cerro y pocos días después se confirmó el diagnóstico”, cuenta la bióloga Diana Szteren, que desde hace 25 años se dedica al estudio de los pinnípedos, como se llama a la superfamilia de mamíferos carnívoros que incluye a lobos, leones y elefantes marinos, entre otras especies.
Aquel “paciente cero”, que apareció en todos los medios sin que sus congéneres lo culpabilizaran de la llegada del virus o lo escracharan en redes sociales, fue sólo el principio. Entre setiembre y diciembre de 2023 la gripe aviar se ensañó en Uruguay con las poblaciones de las dos especies de pinnípedos más frecuentes en nuestras costas: lobos marinos (Arctocephalus australis) y leones marinos (Otaria flavescens), aunque hubo también varamientos de unos pocos elefantes marinos (Mirounga leonina) y un lobo marino subantártico (Arctocephalus tropicalis). Durante un par de días circularon varias imágenes de los animales moribundos en las costas y luego el interés decayó, muy a diferencia de los estragos que provocaba la enfermedad.
En realidad, el verdadero impacto de esta panzootia (el equivalente de pandemia para animales no humanos) en los lobos y leones marinos se conoció recién ahora, gracias a la publicación de un artículo firmado por Diana Szteren y su compañera Valentina Franco —reciente ganadora del premio L’Oreal-Unesco por las mujeres en la ciencia—, del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. En él, muestran que si bien la gripe golpeó duro a ambas especies, para los leones marinos se convirtió en una amenaza cuyas consecuencias aún son inciertas.
¿Lobo está?
Si hoy podemos conocer el impacto que produjo la gripe aviar en estas especies emblemáticas del país (usadas a menudo para incentivar el turismo) es gracias a un proyecto que no tiene que ver ni con la gripe aviar ni con instituciones oficiales: la Red de Varamientos Uruguay, impulsada desde 2018 por Diana Szteren junto a colegas y organizaciones no gubernamentales (ver recuadro), que registra justamente la presencia en las costas de mamíferos marinos varados, ya sea muertos o vivos con alguna problemática .
“Desde ese año yo llevo el registro de todos los reportes de mamíferos marinos que varan, con los aportes de ONG y de ciudadanos. Cuando comenzó a reportarse una gran mortalidad por gripe aviar, decidimos aprovechar la experiencia y los datos para hacer un seguimiento de lo que estaba pasando. Lo bueno de haber empezado a hacerlo en 2018 es que nos dio también la posibilidad de poder comparar el brote de la gripe con lo que ocurría en años previos. Era importante tener esta información para empezar a ver tendencias”, explica Diana en los jardines de la Facultad de Ciencias.
Y, tal cual muestra su trabajo, la diferencia de varamientos y muertes de 2023 con años previos fue impresionante. Las limitaciones que tuvieron en la investigación fueron muchas, porque por motivos de seguridad sanitaria no pudieron tomar muestras de los ejemplares o acercarse a ellos (incluso debieron suspender otros trabajos que venían realizando con estas especies).
Para analizar la cantidad de ejemplares varados y muertos durante el brote, recurrieron a los datos de la propia red y también cursaron pedidos de acceso a la información pública tanto a la Dirección Nacional de Biodiversidad Ecosistémica (Dinabise), del Ministerio de Ambiente, como a la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. De ese modo accedieron al registro de los animales muertos que llevaron estas dos dependencias y también a los resultados de los hisopados realizados para detectar el virus de la gripe aviar.
A blindar setiembre
“Entre setiembre y noviembre se da un salto brutal respecto a años anteriores, aunque ya a fin de noviembre bajó mucho y para diciembre y enero de 2024 los números eran parecidos a los de años previos. Por ejemplo, desde 2019 a 2022 se produjeron entre 120 y 230 varamientos entre setiembre y diciembre, y durante el brote de gripe aviar la cifra fue de 2.713. Si lo vemos por mes, lo normal antes era tener entre 20 y 85 varamientos, y en 2023 hubo entre 800 y 960 por mes”, cuenta Diana. Es decir, la tasa registrada fue, como mínimo, diez veces superior durante el brote de gripe aviar que en el mismo período de los años anteriores.
El número de varamientos creció muchísimo a partir de mediados de setiembre y llegó a un pico a comienzos de noviembre, con el registro máximo de 700 individuos en una quincena, que fue la medida usada por las investigadoras para dividir los datos.
Los números asustan, pero probablemente representan sólo la punta del iceberg. “Seguro hay submuestreo y nos perdemos un montón todos los años, porque esto depende mucho de los aportes de la gente, y hay varios puntos de la costa donde generalmente no tenemos datos”, dice Diana.
*La Diaria Foto: Leo Lagos (NaturalistaUY)