Por Álvaro Mendaro
La comunidad educativa de la Escuela N° 59 «Mahatma Gandhi», celebró 60° aniversario con mucha alegría.
De la actividad, participaron, la Intendente Griselda Crevoisier, Mtra. María del Huerto Tori, Directora de Cultura, Felipe Cerini, Referente del Departamento de Juventud de la Intendencia.
En el acto protocolar hubo palabras alusivas a la historia del centro educativo; por parte de la Mtra. Directora Silvia Queiros, también estuvo presente, acompañada de su familia la Mtra. Marta Hernández, la cuál cumplió tareas en el año 1978 hasta 1996 cómo docente y directora de esa casa de estudios.
La conmemoración contó con la actuación de la Banda Municipal de Río Negro, brindando toda la alegría para grandes y chicos.
«Hoy nos reunimos para celebrar un acontecimiento especial, el cumpleaños 60 de nuestra escuela. Como todos los cumpleaños, nos llena de alegría poder celebrarlo y ser parte de esta querida institución.
En el transcurso del tiempo, desde su creación hasta el día de hoy, son muchos los cambios que se han producido. Posiblemente algunos vecinos o exalumnos recuerdan sus inicios, con niños y niñas que comenzaron sus primeros pasos escolares en la escuela al aire libre, que así se llamaba en sus inicios. A muchos les llamaba la atención ver debajo de los pinos, catres donde era el lugar de descanso y siesta de los alumnos.
En una publicación del diario «El Heraldo» del jueves 31 de diciembre del 1964 se publicó un artículo titulado «La escuela al aire libre, obra silenciosa y humanista». De allí tomo la frase «DAR SIN MIRAR», muchos vecinos y vecinas aportaron para que la escuela saliera adelante, un deseo inmenso de progreso los movia.
La vocación y dedicación premian esta obra para el bien de los hombres y mujeres del mañana.
Pasado el tiempo la escuela se transformó en tiempo completo, con transformaciones para ampliar las oportunidades de aprendizajes de los alumnos y pasó a llamarse «Mahatma Gandhi».
También un sueño se concretó, ver un edificio nuevo, moderno y adecuado a las necesidades actuales, desde el año 2010 disfrutamos de este hermoso espacio.
Podríamos seguir nombrando todas las mejoras que se han ido logrando pero quiero destacar que durante estas seis décadas se han visto pasar generaciones de alumnos, docentes, no docentes, familias y colaboradores que han dejado huellas que perduran en el tiempo.
Hoy, no sólo recordamos el pasado sino que valoramos el presente y proyectamos el futuro.
Es responsabilidad de cada uno de los que integramos la comunidad educativa seguir aportando nuestro granito de arena para continuar haciendo escuela. Deseamos que cada niño, niña, se sienta valorado y a su vez que valore las oportunidades que se ofrecen. Hoy la escuela 59, con un edificio de vanguardia, mira al barrio desde el mismo sitio que la vio nacer, allá por 1964.
Solo una mesa de patio sabe de reuniones de niños y de charlas de maestros, las siestas en los perezosos, ya no son los mismos niños.
Los pinos susurran al viento viejas historias escolares, el ceibo majestuoso y de tronco liso cuenta ser casa de ensueños y escondite de traviesos y audaces niños.
Erguida allí, al costado del edificio, la inmensa palmera que mira desde arriba, como los niños de planta alta, todo el barrio, que se extendió entre la via y la ruta.
Agradecemos a los auxiliares de la escuela que son incondicionales y responsables dando lo mejor de sí. A los docentes que se adaptan a los cambios, se esfuerzan y preocupan por sus alumnos. A los estudiantes que contagian con su alegría y curiosidad. A los padres comprometidos, respetuosos que están presente en cada actividad que se realiza.
Gracias a todos.
¡Feliz cumpleaños Escuela!.» finalizó Quieros.
Mtra. Marta Hernández, en diálogo con el Portal de Young recordó algunos momentos vívidos.
«Era difícil y totalmente distinto. Otra manera de vivir.
Los niños, yo me acuerdo que siempre me decían nosotros no somos tristes, nosotros somos felices. Porque digo, ¿ustedes miran y miran en Navidad los autos en la vidriera? Ah, no. Nosotros con mirarlos ya está.
Ya no los deseamos más . Deseaban jugar la vida, disfrutar entre ellos.
Siempre me llamó la atención eso, no deseaban lo ajeno.
Los alumnos venían de 8:00 a 12:00 del mediodía, llegaban derecho al desayuno.
Se entraba a clase hasta las 11:30 horas, luego se salía el recreo, después a las 12:00 era el almuerzo.
Y después del almuerzo teníamos una hora de recreación, que le llamábamos nosotros, que era leer libros.
Que eso lo leíamos los Leones, que en la época venían los libritos chiquititos así. Montones de libros.
Entonces los repartíamos. ¿Qué pasaba? Que me hacían trampa. Entonces todo el mundo de cabeza leyendo el libro y le preguntaban qué decía el libro y no sabía.
Entonces uno por uno, despues que leían, tenían que pasar a contarme el cuento. Y a mí me servía de doble manera, porque me servía para que leyeran ellos en silencio y para que aprendieran a su vez a narrar. Con dificultad o sin dificultad, pero que contaran lo que habían entendido.
Tuvimos algo de 47 alumnos, eran cuatro clases, pero dos maestros. Claro, eran cuatro clases, dos maestros.
Primero y segundo, la maestra de primero, tercero y cuarto era yo y la dirección.
La dirección por lo general la tenía que hacer después que los niños se iban.
Ah, sí por ejemplo, el Ceibo que yo fui a ver, se cuidaba mucho en aquella época, porque el Ceibo pertenecía a una Estancia que no me acuerdo.
Y al costado de el Ceibo había un pozo semisurgentes, entonces los chiquilines ahí en esa zona nunca iban a jugar.
Y los chiquilines, la gente, como les gustaba venir a conversar, aunque parezca mentira.
Se acercaban mucho si, porque nosotros en un principio no había huerta, no había nada. Y habíamos logrado hacer todo el frente de la huerta y plantar árboles frutales, eso luego se consumía en la misma cocina de la escuela. «