Escribe Agustín Lucas
Todos sabemos que Luis Suárez es un tipo sensible que ha sabido emocionarse con un gol. Mientras se lustraba las lágrimas como si fuera un bronce de prócer, celebraba un gol incluso más inolvidable que todos los anteriores. Este día Suárez, el máximo goleador histórico de la celeste, se despidió de la selección uruguaya a la que tanto le dio y que tanto le dio a él. Era claro que a Luis le iba a costar el ejercicio de la palabra, por la propia emoción del hecho y porque ha sabido mostrar lo que siente, frente a las cámaras que se apostaron al borde del estadio Centenario, las cámaras que filmaron su vida. El viernes, cuando Uruguay reciba a Paraguay por las Eliminatorias, jugará por última vez.
“Luis Suárez tiene algo para decirnos”, se tituló el evento que mantuvo en vilo al país y al mundo. Y allí estaba Luis, el Meme, como le dijeron en su barrio natal de Salto, cuestión que rescató un viejo nuevo tanguero del mismo origen, el Punky Breventano.
“Antes de empezar quiero mandar mis condolencias a la familia de Juan [Izquierdo], que en paz descanse, mandarle fuerza a su mujer, a sus padres, a su hermana, a sus dos hijos, a sus amigos, a sus allegados. Como representante de la selección, les digo que los jugadores estaremos a disposición de su familia. Quería empezar esta conferencia así”, dijo Suárez antes de hablar de cualquier otra cosa vinculada con la gloria.
“Sepan entender”, dijo sollozando, luego de referirse a Izquierdo, “que el viernes –me cuesta hasta decirlo– será mi último partido con la selección de mi país, pero es algo que venía pensando, venía analizando; es el momento indicado, tengo mis razones. No hay nadie que tome la decisión que no sea yo mismo junto a mi familia. Es muy difícil, pero es el momento de jugar el último partido y lo voy a hacer como en 2007, con la misma ilusión que tenía ese niño que comenzó con 19 años. Este jugador ya veterano, con esta trayectoria, va a dejar la vida el día viernes”.
Luis Alberto Suárez, tal vez el salteño más conocido de la historia. El goleador inédito, sin parangón ni comparación. Quizás en aquellos tiempos en los que deslumbraron los Obdulio y los Sasía, o quizás más acá en el tiempo, cuando brilló el Enzo, salvando las distancias de lo inmediato de la comunicación actual, alguien soñó con que iba a existir alguien así. “Hasta el viernes di todo lo que podía por la selección, no tengo nada para reprocharme en ningún momento. Y quiero agradecer a cada hincha uruguayo, porque me dejan muy orgulloso. Viví momentos difíciles y complicados, como el gran error mío de 2014, pero después, reprocharme nada: he jugado con lesiones y sobre todo la gente lo sabe. Me quedo con lo lindo vivido, más de 17 años, me llevo todo el cariño de la gente y de mis compañeros”, señaló el futbolista. “Que mis hijos puedan vivir la experiencia del viernes hace que no tenga nada más que pedirle a la vida”, señaló.
Está confirmado que el salteño no viajará a Venezuela y que el viernes será una fiesta popular. “No hay mayor orgullo que saber cuándo es el momento indicado. Me retiro porque yo quiero dar un paso al costado; hay jugadores con grandísima proyección, tengo 37 años y sé que va a ser difícil llegar al próximo Mundial. Que me retire yo y que no me retiren las lesiones me reconforta mucho. No se fue apagando la llama de a poquito”.
La llamada al Loco y al Maestro
“Intentaron convencerme. Llamé al Loco [Sebastián Abreu] para contarle la decisión que había tomado y él empezó a insistir. Papi, te llamé para confirmarlo”, señaló. “Si lo hubiera llamado 15 días antes no estaría acá”, contó, y aflojó un poco la tensión de la despedida. “Al fútbol profesional quiero disfrutarlo un poco más”, aclaró. “Estoy muy feliz donde estoy. Entrenador no quiero ser y no voy a ser. Tengo un equipo [Complejo Luis Suárez, en la costa de Canelones] para ayudar a los chicos a hacerlos crecer”, agregó.
“Al Maestro fue a uno de los primeros que se lo comuniqué. Él sabe lo que representó para mí en la carrera en la selección. El 90% de mi carrera en la selección se lo debo a él. Lo entendió, le di mis razones, y ¿qué voy a decir del Maestro? Una persona que me ha dado todo. Mis mejores años los tuve con él. Le hice un pedido especial para el día viernes”. Quizás volvamos a ver esa también eterna figura en el mítico escenario del fútbol criollo y mundial el viernes.
Suárez se retira de la selección uruguaya y parece que el Mundial de Brasil hubiera sido ayer, así como el de Sudáfrica y la Copa América de Argentina. Pasan frente a nosotros, como quien sueña despierto, las imágenes eternas que desplegó, ese gesto entre risa y lágrimas de los goles más emotivos de los que hayamos escrito. Luis se moldea la cara para correrse las lágrimas, que son como una cañada del parque Harriague. En tiempos en que revisamos que la vida es corta, haber disfrutado al límite a nuestra máxima figura es quizás un privilegio. Es hora de contarles a los botijas y a las botijas que vienen quién fue Luis.
“Un día me levanté y me pidió el corazón cerrarlo. Para sentirme bien, para cerrarlo de la manera que quiero, creo que me he ganado el derecho de decidirlo, y decidirlo yo, no que lo decidan otras personas por mí o por las lesiones. Afuera de la cancha vas madurando y vas cambiando, pero adentro de la cancha siempre fui el mismo. Me mandé mis errores, pero nunca bajé los brazos. A veces me dicen gordo o rengo, pero siempre rendí a buen nivel. A todos los jóvenes o a los que quieren llegar les digo que adentro de la cancha sean siempre los mismos, no imitar, tener personalidad”. Además, destacó a su generación, “que me enseñó cómo tenés que ser con el hincha, cómo representar a Uruguay en el extranjero. El viernes espero que sea algo inolvidable para mí y mi familia y también para la gente; no sé quién ha tenido la oportunidad de despedirse así con su gente, con el esfuerzo que hace la gente para venir. Además, que gane Uruguay, porque es un partido por tres puntos y voy a jugar como si fuese aquel primer partido en 2007”.
Es hora o es tiempo de visualizar en los pibitos nuevos y en las botijas que luchan por la igualdad del color celeste esos vestigios de grandeza. Quizás hasta en movimientos, hasta en gestos aparecerá Luis Alberto con los nuevos y las nuevas cracks. “Un amigo me dijo: llegaste hecho un niño y te vas siendo una leyenda. Soñaba jugar con la 10 de Francescoli, pero no quería ser como él ni superarlo”. Afuera sólo había ruido de gurises. Gritaban los hombres y las mujeres, pero se oían como infancias. Cuando cantaron su nombre en la calle Ricaldoni, Luis volvió a llorar. Cuando empezaron los bombos, habló el pueblo y se fueron terminando las preguntas. Hasta un periodista de Rivera lloró después de preguntarle qué le diría a aquel niño que viajó de Salto.
“Cuando empecé, con cuatro o cinco años, tenía la misma ilusión que tienen los niños hoy. Superé los sueños que tenía: mi sueño era jugar en primera, pero después que llegué a primera me quería ir a Europa y quería ir a la selección”. Entre sollozos, dijo que su miedo “siempre fue la imagen que mis hijos tuvieran y que todos los uruguayos tuvieran después de 2014. Yo me olvidé, y espero que la gente también se haya olvidado y se quede con todos los momentos en que intentamos representar a nuestro país. Que se queden con el Luis Suárez entregado, generoso. Tengo el orgullo de ser el máximo goleador de mi país, que no lo imaginaba, ahora voy a ser un hincha más”.
Quizás pasen los años y ya no estemos quienes escribimos estas crónicas para escribir que vimos a uno de los más grandes. Quizás no habrá uno más grande y todos sean intentos que, por intentos, nos lleven a nuevas glorias. Quizás no sea necesario buscarlo. “No hay mejor consejo para decir que no bajen los brazos nunca. Siempre tuve la suerte de terminar bien, pero tuve muchos altibajos y siempre me volví a levantar. Si quieren triunfar en algún trabajo, no solamente en el fútbol, traten de conseguirlo, hagan todo por conseguirlo. Parece que haya sido ayer que debuté contra Bolivia en octubre de 2007”.
*La Diaria